Por Ingrid Motta
Twitter: @ingridmotta
Llamamos obsoleto a todo aquello que deja de ser útil. Las causas pueden ser muchas y todas con bases meramente económicas.
El bajo desempeño, la falta de actualización, la sustitución por productos innovadores con mayores capacidades, son las causas más comunes.
Es, por principio de orden, un hecho que todo producto tendrá en algún momento que volverse obsoleto y es primordial que este factor sea calendarizado, desde su concepción, en el plan de mercadotecnia.
Llámalo fecha de caducidad o pasado de moda, pero todo producto cumple con una curva muy establecida que determina su tiempo de vida. Este mismo proceso es lo que motiva la dinámica del mercado de consumo y logra la armonía y el equilibrio de la mercadotecnia de negocios.
¿Producto de la casualidad?
El mercadólogo debe tener claridad en la ejecución del plan para determinar el tipo de obsolescencia “controlada” que tendrá su producto, de modo de darle 3 opciones de salida del mercado:
Obsolescencia programada:
Al momento de concebir un producto, en ese mismo momento el mercadólogo debe ponerle fecha de caducidad para que deba ser sustituido por uno nuevo, sin arriesgar a que el consumidor pierda la confianza en la marca o en el producto mismo, y esto a su vez logre una positiva dinámica de recompra.
Obsolescencia Percibida:
Es un recurso muy utilizado en el mundo de la moda, por ejemplo. Se crean tendencias por temporada en cuanto a colores, estilos y tamaños de modo que el consumidor se sienta influido a cambiar de acuerdo a la moda cada cierto tiempo.
Obsolescencia de Especulación:
El mundo de la tecnología vive de este tipo de obsolescencia. En cuanto estás abriendo la caja de un nuevo dispositivo, te preguntas cuándo va a salir el otro con ciertas mejoras que en este mundo de consumo te será imposible vivir sin eso.
En todos los casos, la obsolescencia tiene como objetivo estimular la demanda de productos y de forma sutil, obligar al consumidor a acelerar su proceso de compra.
Fuente: http://raeeutilizarte.com
Podríamos realmente utilizar diario y durante años el mismo shampoo o la misma computadora? Definitivamente no.
El mercadólogo está atento de los cambiantes gustos y “necesidades” del consumidor para ofrecerle permanentemente soluciones que ellos supuestamente jamás esperarían tener, cuando en realidad es el propio consumidor el que dicta las demandas del mercado.
Definitivamente nadie es culpable, al contrario, esta mecánica de comportamiento es lo que estimula la economía y a que los mercados crezcan de manera sana.
La tecnología es, sin duda, lo que en los últimos años determina la dinámica de la obsolescencia de los productos. Es imposible pensarse usando el mismo celular por más de 8 meses sin sentir la impetuosa necesidad de cambiarlo por el más reciente modelo, sin embargo, un refrigerador o una cama están preconcebidos para tener una larga vida útil.
De la calidad y el precio de los productos, ni hablar. Las marcas se empeñan en posicionarse como la mejor opción en cuanto a durabilidad e innovación, cuando en realidad, desde el mismo desarrollo del producto, ya saben cuánto va a durar.
En conclusión, tanto el consumidor como el mercadólogo juegan en sinergia para necesitar y ser necesitados, ser seducidos y seducir, para de esta forma mantener activa la dinámica de los mercados.